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J.

jueves, 28 de octubre de 2010

J salió de la cama a mediodía. En realidad llevaba rato despierto, pero una resaca infernal y una pereza máxima se apoderaron de él durante gran parte del día.

Fue al baño y echó una meada. De golpe le entraron arcadas, pero no tenía ganas de vomitar, sabía que si lo hacía le dolería muchísimo más la cabeza y se sentiría mucho más enfermo. Se tomó un Ibuprofeno con un poco de agua y volvió a la cama.

Intentó no pensar en lo mal que se encontraba comtemplando la habitación, maravillándose del desorden que una noche de alcohol pueden llegar a proporcionar.

En un momento dado, su vista se posó sobre dos marcos de fotos. Estaban tumbados de manera que sólo se viera el reverso, colocados uno sobre otro. No le hacía falta mirar las fotografías para recordar las imágenes que contenían, eran más bien un símbolo de abandono al contenido de dichas fotografías, su exmujer y su hijo. La razón por la que las fotografías siguieran ahí sigue siendo un misterio para J, si bien su contacto con ellos es nulo, y en los últimos años no ha pensado mucho en ellos, quizá solamente cuando su vista tropezaba con las fotografías tumbadas, testimonio éstas de que alguna vez fue alguien respetable, incluso puede que feliz.

¿Feliz? Sí, hacía mucho tiempo que J no se sentía así. Ya no le importaba, había tirado dos vidas a la basura, la suya y la de su hijo, aunque con un poco de suerte su hijo sería capaz de aprender por sí mismo todas esas cosas que enseñan los padres, como a afeitarse, a beberse la primera cerveza, a fumar, a pelearse, a encajar un puñetazo. J tampoco tuvo mucha relación con su padre, y la familia nunca fue algo que le importara demasiado. Cuando su hijo vino al mundo debió cambiar esa concepción del mundo y cesar en su lucha contra todos y todos, hubo de dejar de ponerse en el camino del paso del tiempo, AVANZAR.

Pero lo que hizo fue convertirse en lo que más odiaba: se convirtió en un reflejo de su padre.

Ahora que pensaba en ello, y aunque su hijo nunca fuera a saberlo, su hijo y él serían muy parecidos durante años, pensaba J, ambos tendrían que aprender a APRENDER por sí mismos, luchar, perder, aceptar las derrotas, salir adelante. Aunque al final sólo fuera por y para uno mismo.

Su hijo.

Llegaría a estar orgulloso de él, si algún día viera la clase de hombre que se convertiría con el tiempo. No tenía duda de ello, al fin y al cabo, era su hijo.

Alcanzó a recoger la petaca que tenía en la mesita de noche y la alzó, mirando las fotos tumbadas, desde lejos, con una mezcla de fascinación, orgullo y respeto.

Se tomó el trago y notó el fuego de la bebida en su garganta, sintió cómo su motor interno intentaba asimilar el líquido y por último se decidió a levantarse, sabiendo que tendría que vomitar el trago, el ibuprofeno y la poca agua que se había tomado para suavizar la resaca.

"Un día más es un día menos", se dijo J mientras se abrazaba a la taza del cuarto de baño, el único clavo ardiendo al que sus manos podrían aferrarse jamás.




"Sun-Earth Rock"- Sun Ra

Cosa número Uno

martes, 19 de octubre de 2010

¿Recuerdas esa sensación que te llena de miedo y fuego cuando crees que esa persona se acerca, que está a la vuelta de la próxima esquina de tu camino, esa sensación que es el síntoma de que en cualquier momento puede cernirse sobre ti una crisis nerviosa?

¿Sabes de esa inseguridad y esa confusión, esa indecisión e incomodidad que hacen que por mucho que vigiles tu camino nunca estés seguro de qué te puede llegar a pasar?

¿Tienes en mente esa agitación, ese sudor frío, esos pelos de punta, esos nervios destrozados, ese temblor de pulso, ese móvil que se cae al suelo de pura desconcentración?


Vale, pues esa sensación ha muerto.


"Come Home" - Placebo

Simón en el autobús L85 [3]

miércoles, 13 de octubre de 2010

Noto cómo se me va la olla.

Cada día más. Cada día me soporto menos. La línea que me separa de la locura es cada vez más delgada. Soy inestable, soy perecedero, soy mortal.

Caigo en la cuenta, tarde, de que esta situación es absolutamente insostenible.

Este amalgama de situaciones, más bien.

La soledad es una compañera celosa que se cuida de tener enemistades.

Enésima recaída a mi vertedero particular.

Y la petaca vacía. Y muchas otras cosas intangibles vacías y rotas con el tiempo.

Caen encima los años. Reconstruyo las últimos decisiones importantes que tomé, investigo cuán ha evolucionado (o no) mi raciocinio y me estudio.

Me convierto en psicólogo, confesor, amigo y verdugo, nunca de mí mismo.

Me encierro en la más perfecta de las cárceles y dejo pasar la condena, a ver si salgo de aquí.

Lo peor de todo: La próxima es mi parada. Otro día a trabajar.

Un día más es un día menos, curiosa dualidad.


Suena: "Insane" - Texas

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