Powered By Blogger

Bautizo de fuego

martes, 11 de octubre de 2011

[Lo primero es lo primero, y es agradecerles el récord de comentarios al que llegó el blog en la entrada anterior. Sigan por esa senda, hagánme el maldito favor.]


Y entonces vi que hay gente que, a través de sus obras, sabe expresar lo que quiere cuando quiere y como quiere, que sabe conmover, que sabe hacer daño cuando se trata de eso, que sabe decir cosas sin palabras, que sabe las palabras exactas a usar en el momento perfecto, que hace llorar, reír, trasnochar si hace falta, que pone la piel de gallina, los pelos de punta, los nervios a punto de quebrarse, que es capaz de abrirse y mostrarse tal como es, mostrarle a los demás cómo son en realidad.


Y entonces pienso, y pienso esto:

1.- No sé hacer eso.

2.-Quiero aprender a hacer eso.

3.-Ya sé hacer eso, pero no lo sabía.

4.-No sé cómo hacerlo, pero ahora tengo un fin, que justifica mis medios.

5.-Llevo tiempo obligándome a hacer cosas, forzándome a seguir el curso de los acontecimientos, cerrándome los ojos para vivir una vida que no es mía. Es cierto que no sé siquiera dónde empezar a buscar, pero esa podría ser la parte más importante del camino. Sé que valgo para muchas más cosas, que me estoy dedicando a aficiones insulsas y que no hay gran cosa que me llene como persona. Eso sí, cuando encuentro algo (cuando LO encuentro, que diría Kerouac) entonces todo vibra y todo cambia, y me hago un poco más mayor y más sabio.
Y es que es un mundo de cartón piedra este en el que nos ha tocado vivir, y las fronteras entre unos y otros individuos se difuminan con los muros de unos y ceros y las redes sociales que nos dan el don de la palabra y nos quitan a la vez la voz. Siendo nuestra la culpa.

6.-Solos, rodeados de gente.



No es lo mismo buscarse la Vida que encontrarse un sueldo, que dice el Rapsus.



Canciones para tomar drogas malsanamente, volumen 4:

Dúo cobra - "Panayonqui 76"

Año tres.

martes, 4 de octubre de 2011

Hay que ver cómo pasa el tiempo. Con una frase así de gastada empiezo a felicitar al blog por su tercer cumpleaños, que no a hacer repaso y cuenta de las casi cien entradas que lleva en sus espaldas (ahí es nada).

No escribiré una especie de discurso alabando el hecho de tener un blog y expresando mi punto de vista a cerca de dejar entrever las manías persecutorias y los problemas del que escribe, porque eso depende de cada uno, y mi opinión es otra de tantas. Lo que sí quiero decir es que este ejercicio mental (mental, espiritual, personal) me ha servido para aprender muchísimo. De mí mismo, más que de ninguna otra cosa.
Este es mi espacio, mi rincón secreto del mundo, donde apenas nadie puede encontrarme. Donde me siento seguro, donde puedo razonar, pensar, escribir y lo mejor de todo, compartirlo, porque sepa usted que alguno que otro se va dejando caer por aquí (más de 4000 visitas avalan esta afirmación) y algunos hasta se dignan a dejar comentarios y todo. Sepan aquellos que han dejado su huella aquí que tienen un café pagado de antemano (uno por comentario, se entiende).

Volviendo a poner los pies en la tierra, releyendo el blog me doy cuenta a veces de que el único yo que alguien puede conocer de uno mismo es el actual, el que piensa sobre eso en ese instante en concreto. Me explicaré: Hace poco una amiga de hace tiempo me recordó una serie de aventuras y desventuras que protagonicé en uno de los bares donde me reúno el fin de semana, y entre otras cosas me dijo que veía en mí mucho odio. Estaba lleno de odio, de gritos, de alcohol y de humo por fuera, de dolor, de pánico y de lágrimas a solas. De las muchas cosas que recordé con esa historia, esa fue la que más me desconcertó. Recuerdo haber pasado una temporada (más de una a lo largo de mi vida) en la que he creído estar cerca del abismo de la sinrazón, pero no por ello deja de impactarme imaginarme doliendo y doliéndome, dañando y dañándome, haciéndome pedazos. Por eso afirmo que cada uno es conocedor de uno mismo en el momento en el que vive, en el presente más puramente preciso de la palabra. Los recuerdos son imperfectos. Mejor dicho, los sentimientos cambian los recuerdos. No tenemos verdadero testigo de nuestras vivencias, con el paso del tiempo, experiencias posteriores modifican nuestros anteriores recuerdos, y en mayor medida, nuestra impresión de estos. Es decir, que nuestro pasado es impreciso para nosotros mismos, por eso sólo podemos conocernos en el presente e intuirnos en el pasado.

Releo no sólo el blog, sino algunos diarios también, escritos a mano (aún hoy sigo haciéndolo) y mi sensación es la misma. ¿Hasta cuándo somos la misma persona? ¿Cuánto tiempo somos los mismos? Todo cambia pero nada cambia a su vez. Nos vemos con las mismas pintas que teníamos hace algunos años, aunque el peso del paso de los años es innegable, las amistades ya no son lo que eran y las obligaciones del día a día hacen mella en nosotros, en nuestra antes infinita energía, en nuestra ilimitada voluntad y fuerza. Los hábitos, tanto los buenos como los malos, nos están curtiendo, nos definen como almas perdidas en este océano de tiempo, en esta travesía del desconcierto y del eterno encontrar y descubrir. En nuestros rostros están escritas nuestras historias, nuestros ojos reflejan nuestra realidad personal, las cicatrices nos enseñaron algunas valiosas lecciones.

Estoy aprovechando el aniversario del blog para hacer repaso de algunas ideas que llevo días estudiando y razonando en mis viajes de bus y tren y metro. Me siento perdido, la verdad, pero intento hacer algo. Debo hacer algo, vaya.

Más reflexiones y apuntes de cómo no vivir su vida próximamente aquí. Por favor, acompáñenme.

Seguidores

Creative Commons