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Pasar del curro. (Escribir es..[3])

sábado, 24 de diciembre de 2011

[Escrito el lunes 19 de diciembre, en el trabajo.]


Aquí estoy yo, sudándome la polla el trabajo por hacer, ganduleando que se dice, pasando de todo, navegando por el tiempo en la nave del aburrimiento y la procastinación, en otro lunes soporífero.

Qué digo lunes, tarde de lunes, que es a todas luces peor.

Volviéndome loco y a ratos histérico, histriónico y absurdo, por no decir insoportable, me revuelvo en la silla, incómodo ante las perspectivas de este presente gris que tengo enfrente.

De mientras, escribo. Mancho otra hoja de papel con mis pataletas y gruñidos y empiezo otra vez, día tras día, esperando, siempre esperando, a que algo llegue y me despierte. Algo, con mayúscula, que no se me olvide.

Escribo tal cual soy y tal cual pienso. Y hablo muy así también. Te cito a Bukowski o a Bradbury y me castigo el cuerpo con vasos de vinos. El orgullo de mi generación, yo experto en todo y maestro de nada, exuniversitario y sin vocación. Te insulto si quiero del modo más barriobajero que se me ocurre, te hablo de drogas que no he tomado ni he tenido cerca y a veces demasiado cerca. Me hago un lío y me invento un final sobre la marcha, que eso se me da muy bien también.

Masajeo mi ego de mierda buscando sólo encontrar palabras y tratar de verme desde fuera, como siempre, como nunca, como el que intenta verse mirando la cámara en una de esas exposiciones de tienda de electrodomésticos. Ridículo.

No soporto, no aguanto, me muera antes de hacer el ridículo. Por lo que cuál mejor manera de denigrarme a mí mismo que por aquí, ahora que nadie me ve ni me oye.

No tomo drogas por si me acaban gustando, pero no diré esto en voz alta, no sea que me oiga y no me haga caso.

No suelto la botella por si me pierdo, que bastante borroso está el camino a casa.

Busco respuestas en libros de otros, y no escribiendo los míos, que espero algún día lleguen.

Palpo mi realidad desde la más cómoda tercera persona.

Pierdo el tiempo, eso es todo lo que hago.

Bueno, no todo, también duermo.

Poco.

Y mal.

Búsqueda. (Escribir es...[2])

viernes, 16 de diciembre de 2011

Buscándome a mí mismo en canciones que van más allá de doblarme la edad, dejando a medias puzzles de grupos psicodélicos rotos y venidos a menos por el peso de la historia, de la fama, los años, las drogas. Orgullo humano, destructor impasible e imparable. Irreparable.

Me busco y a veces me encuentro en historias semiautobiográficas de escritores malditos, malditos por todos y también por sí mismos, pobres diablos que se desprecian y se odian sin límite. Se rompen y se parten, personas rotas en párrafos sólidos llenos de dolor y angustia, sombra y daño, insultos y penurias. Historias autobiográficas del todo, aún con con otros nombres y otros parajes, siendo fieles siempre a los detalles.

Intento verme en cafés, restaurantes, puestos callejeros, pequeñas tiendas, calles, callejones, paradas de bus, de metro, de tren, de pensamiento, escaparates, ventanas y portales, desconocidos, amargos.

En ningún sitio, en todas partes.

Pero es donde menos nos buscamos donde nos vemos realmente, sirva de ejemplo el espejo del ascensor a las 6AM que nombra Kase.O o un diario viejo, raído, amarillento y macilento, que evoca ciertas impresiones de algunas situaciones que no resultan tan acorde a sus respectivos recuerdos como uno tenía en mente, y es que aún así de perdido y antiguo ese diario sigue ofreciendo renovada luz y material sobre el que plantearse viejas preguntas, y tal vez encuentres ahora nuevas respuestas. Sí, abrirse cicatrices es una especialidad de algunas oscuras almas y mentes, acorraladas y agazapadas en sí mismas, en sus miserias se arropan como si fueran las más pesadas sábanas en la más fría noche. (Hoy estoy bastante gótico y la verdad es que no me importa, jajaja.) Pero siguiendo al lío, qué de veces nos hemos reencontrado con nosotros mismos en videojuegos antiguos, melodías de 8 bits y mandos poco o nada ergonómicos (¿eh, Sala?) y muchos otros lugares y elementos.


Les invito a buscar por su desordenada habitación y cúmulo de recuerdos, a ver dónde se encuentran a sí mismos, allí donde nunca hubieran pensado encontrarse. Y cuando lo hayan hecho, me dejan un comentario y me lo cuentan, y tal vez les haga una entrada al blog y hasta se la firme.

Venga, hombre.

Magia. (Escribir es...[1])

jueves, 15 de diciembre de 2011

Enfrentándome a otra hoja en blanco, a otra entrada por rellenar, a otro aspecto de mi vida que contar, me siento a la silla. De nuevo está más vacía mi inspiración que lo que escribo, y es que los relatos nunca fueron mi fuerte, escribir historias me es difícil en extremo y lo que mejor se me da es explicar anécdotas o cosas a las que doy vueltas en la cabeza. Que por otra parte parece que sería el camino a tomar para el blog en los próximos tiempos, porque últimamente la cosa estaba perdiendo la poca inercia que conseguía con las entradas rápidas y sin ganas.

Lo que menos me cuesta es irme por las ramas, explicar la historia que no quiero, dar todos los detalles de algo totalmente nimio y liviano que no tiene nada que ver con el objetivo que me proponía en un principio, te explico de todo, te ríes, me río, y si tienes suerte acabaré recordando a que venían tantas digresiones y tantos comentarios y te responderé, 15 o 20 o 30 minutos más tarde a aquello que me preguntabas, aunque a ti ya no te importe, aunque yo no le de importancia.

De hecho, el hecho de quedar y tomarse un café es la excusa perfecta para dejar volar la cabeza, explicar cualquier cosa, liberarme del silencio autoimpuesto y la vida de austeridad verbal que parece poseerme cada vez que entro en mi habitación. Y también me libro, mientras escribo aquí, de todo, de TODO en absoluto, y me concentro y adentro en la perfecta, preciosa y omnisciente NADA. Me olvido de que estoy aquí, de que me pasa esto, de que no puedo llegar o tener o ser o poseer tal cosa, rechazo cualquier actividad que retrase mi tarea de vaciarme, y me siento vacío, y bien, y satisfecho con mi trabajo y las palabras y las letras que escribo, y las releo y observo la magia que se crea entre ellas, el fuego que despiertan, o las lágrimas que llaman, o el desconcierto, la desconfianza. La fuerza que unos cuantos símbolos, una cadena en concreto de símbolos y no otra pueden crear. Porque las palabras vienen y se van, pero algunos de sus significados se nos graban de forma irremediable, subversiva, subrepticia, con toda la fuerza con la que un mensaje puede impactar y marcar nuestras almas, darles nuevos sentidos a nuestras vidas y cambiar nuestros rumbos.

Por eso leo, por eso escribo.

Para percibir esa magia, para crear esa magia.

Porque leer y escribir van mucho más allá de lo que muchos piensan, y cuando estás leyendo un libro y por un momento, durante un par de párrafos, te pones en la piel del que escribe... entonces sabes que has encontrado un amigo para toda la vida. Has encontrado a alguien que está expresando algo que tú eres totalmente capaz de comprender, y sientes que lo escribe para ti. Se crea un vínculo total y perfecto con la captura, con la fotografía del alma del escritor que está encerrada en ese párrafo.

Y así es como van cayendo libros y libros y libros...




Canciones para tomar drogas malsanamente, volumen 7:

Bon Iver - "Flume"

Think.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Pensar sienta mal, sabe mal, se hace mal.

Pensar demasiado en todas las cosas duele. Se cansan las neuronas, las ideas se desdibujan, la seguridad en uno mismo se resquebraja y no sirve para nada.

Pensar puede servir para darse y quitarse la razón, para fortalecerse o destruirse, para engañarse o sincerarse, para dañarse a uno mismo consigo mismo.

Pensar puede tener que ver con recordar a quiénes no están.

Pensar puede tener que ver con morir y volver y morir otra vez.

Pensar será retorcido, malévolo, dañino, doloroso y vacío si así se desea.

Pensar es crear puertas por las que salir del agobio de la cotidianeidad, pero también por las que poder entrar a una oscuridad mayor.

Pensar es aprender sobre uno mismo, muchas veces cosas de las que no nos queremos dar cuenta.

Pensar es autojuzgarse.

Pensar es protegerse.

Pensar puede ser una pérdida de tiempo.

Pensar puede ser la salvación.

Pensar a veces son cristales rotos en el único camino que puede servir para llegar a algún lugar.

Pensar puede descifrar tales caminos.

Pensar induce a buscar objetivos a cumplir, a dejarlos a medias, a retomarlos, a cerrar el paso, a huir de uno mismo, de los demás, de todo.

Pensar puede ser bueno.

Pensar puede ser malo.





Hoy es un día para no pensar.

Feel like Travis Bickle.

domingo, 4 de diciembre de 2011






Travis decía: "Caiga una lluvia y limpie esta ciudad", aparcó su taxi, murió en soledad.

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