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Think.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Pensar sienta mal, sabe mal, se hace mal.

Pensar demasiado en todas las cosas duele. Se cansan las neuronas, las ideas se desdibujan, la seguridad en uno mismo se resquebraja y no sirve para nada.

Pensar puede servir para darse y quitarse la razón, para fortalecerse o destruirse, para engañarse o sincerarse, para dañarse a uno mismo consigo mismo.

Pensar puede tener que ver con recordar a quiénes no están.

Pensar puede tener que ver con morir y volver y morir otra vez.

Pensar será retorcido, malévolo, dañino, doloroso y vacío si así se desea.

Pensar es crear puertas por las que salir del agobio de la cotidianeidad, pero también por las que poder entrar a una oscuridad mayor.

Pensar es aprender sobre uno mismo, muchas veces cosas de las que no nos queremos dar cuenta.

Pensar es autojuzgarse.

Pensar es protegerse.

Pensar puede ser una pérdida de tiempo.

Pensar puede ser la salvación.

Pensar a veces son cristales rotos en el único camino que puede servir para llegar a algún lugar.

Pensar puede descifrar tales caminos.

Pensar induce a buscar objetivos a cumplir, a dejarlos a medias, a retomarlos, a cerrar el paso, a huir de uno mismo, de los demás, de todo.

Pensar puede ser bueno.

Pensar puede ser malo.





Hoy es un día para no pensar.

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