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Miedo y Asco en Japón [1]

lunes, 30 de septiembre de 2013

Respuestas a comentarios:

No comments, no answers.
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Recuperándome aún de la mejor manera que puedo del Jet Lag, trato de reconfigurar mi reloj interno para dormir cuando y cuanto toca. Me he echado una siesta esta tarde, me he despertado hace un rato...

Vuelvo mañana al trabajo, y aún tengo muchas imágenes en la cabeza, muchas cosas que procesar, mucho que asimilar. Nem per feina.

Trataré de centrar las próximas entradas en temas concretos para que no se me vaya la olla y acabe escribiendo un texto mastodóntico lleno de comentarios y digresiones, sin terminar dando verdaderas impresiones del asunto en cuestión. De momento, sirva esta de introducción general, o impresiones diversas, que no tiene por qué no ser un tema concreto.

He escrito mucho, durante el viaje. Hacía tiempo que no me sentaba tanto a escribir, ni en el ordenador ni el la libreta, y sigo haciéndolo menos de lo que debería; me estoy acomodando. En el avión de ida tuve una idea para desarrollar que se podría guionizar fácilmente, creo, y ver si pueden sacarse algunos cortos o alguna cosa de ellos que, por enésima vez, vuelvo a planteármelo. También describí la imagen más espectacular de un amanecer que servidor haya visto nunca, pero eso de momento me lo reservo para su debido tiempo. Un último aviso: he decidido que, o empiezo a tomarme lo de escribir tan en serio como merece, o lo dejo definitivamente. Debe hacerse.

Pero no sólo me he dedicado a escribir, he podido disfutar de la vida contemplativa del que se sabe extranjero, del que no entiende casi una sola señal de la calle (98% de carteles e indicaciones escritas en kanji), pero que aprende rápidamente las expresiones más socorridas en un idioma que no podría diferir más de los que conozco. No era fácil, al principio, orientarse por esa jungla de trazos totalmente ilegibles para mí, pero poco a poco una empieza a ver sencillez donde antes sólo veía jungla y va descifrando algunas claves que le permitan no sólo sobrevivir, si no aprovechar al máximo el tiempo. Así pude comprar billetes en la máquina del metro de Tokyo (les juro que no es ni remotamente tan fácil como en Barcelona) cuando se nos acabó el Japan Rail Pass (que, por si no lo saben ya es ABSOLUTAMENTE NECESARIO al viajar a Japón, o preparen sus bolsillos para ser vaciados y violados en repetidas ocaciones)

Perdí el móvil al poco de llegar, en un restaurante de comida rápida. Lo que para mí o para cualquier otro mortal de mi ciudad hubiera sido un chollo, para los japoneses es algo ajeno, que alguien ha perdido, y querrá recuperar una vez descubra su pérdida, así que lo dejaron en el mostrador donde se hacían los pedidos, y pude recuperarlo. Vamos, que quien lo encontrara no se lo quedó para sí. Y no es el único ejemplo, encontré muchísimas cosas en bancos o entradas de metro esperando a ser recuperadas por sus dueños, tales como sombreros, chaquetas, cantimploras o gorras, en ciudades diversas, en días diferentes, sorprendiéndome todas las veces.

En un de los viajes en JR (una especie de tren de cercanías) que hicimos, de noche, vimos un tipo que había bebido sobremanera y tenía la camisa hecha una auténtica pena, pero nadie parecía darle la menor importancia por el hecho de acabar así fuera del fin de semana (no era ni jueves aún), pero cuando se piensa que los hoteles cápsula (no, no los probamos) están para la gente que se pasa tajando y no tiene modo de llegar a casa, uno entonces reflexiona, y se fija, y ve la chispa del alcoholismo fluyendo de acá para allá, una sociedad estricta y extraña, donde se tienen que poner lamparitas de colores cálidos para animar a la población y evitar su suicidio, entre otras cosas que podría contarles.

Lo de los tatuajes también es algo para comentar. La población en genral nos echaba miradas de soslayo, y los más atrevidos nos hacían comentarios (A Eire: "Manekinekos! : D") pero por lo general no nos decían gran cosa, pero sí notábamos las miradas curiosas, ya que no creo que en esas tierras se vean muchos tatuajes, sabiendo que, tradicionalmente, los únicos japoneses que se tatuaban eran los Yakuza, y que por mucho que quieran aparentar otra cosa, la sociedad japonesa sigue siendo bastante cerrada. Como digo, casi nadie sabía hablar Inglés, en lo que se descubre como el movimiento menos inteligente de la considerada sociedad más lista del mundo, perdiendo gran parte de los puntos que podría ganar en turismo, recuperándolos sólo por el carisma de su historia nacional y la particularidad de sus habitantes. Como digo, podrían tenerlo mejor, pero luego uno piensa en el caso de Barcelona, ciudad TOMADA por el turismo y lo ajeno, y ya no sabe quién tiene razón y quién no.

En otro viaje de metro, Eire y yo andábamos hablando de cosas zafias (no entremos a detalles, baste decir que hablábamos como si estuviéramos en el bar) y una mujer nos preguntó (sorprendentemente, en Inglés) que cuál era nuestro idioma, que estaba impactada con su belleza y su fuerza. Dijo que era verdaderamente hermoso, Dios la libre de no saber qué andábamos maquinando. Le dimos las gracias y salimos del metro, con curiosidad de saber cómo era posible que las palabras malsonantes pudieran ser bellas, pero alguien dijo por ahí que no hay malas palabras, si no palabras con mala intención, y creo que ahora sí entiendo a qué se refería.

Más cosas en las próximas entradas.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

hermano se te permite divagar, queremos que divagues!

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