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Simón en el autobús L85 (1)

martes, 24 de agosto de 2010

Simón ha decidido volver en forma de pequeños muestras de sus pensamientos que iluminen un poco su día a día, su desencanto particular, su lucha diaria personal.



He aquí el primer fragmento.

Una vez más, la misma hora, el mismo autobús, la misma libreta donde
intenta ordenar su vida, sus pensamientos, sus palabras y su mala letra de
camino al trabajo.

Escribe como puede, con prisa, intentando compensar el traqueteo de los
baches y aprovechando las paradas en los semáforos y los cruces, Cada página es
un nuevo relato de las mismas neurosis de siempre, de su manera de
autodestruirse y romperse la cabeza, de llenarse de humo y alcohol con tal de
despistar la mente, con tal de llenarse de cristales rotos.

Guarda la libreta al completar otro capítulo de su testimonio de su
realidad inmediata, sin razón para seguir desgranando su personalidad y su miedo
en palabras, cuando pasó. Se paró su respiración, y con ella el tiempo, y todo a
su alrededor.

Una mujer increíble, apasionante, inimaginable, y por encima de todo
imposible subió al autobús y se sentó a su lado.
No era necesario que le hablara, ni siquiera que le dedicara una mirada.
Una ligera indicación hubiera sido suficiente para él para cumplir sus
designios, por ignominiosos que estos fueran, sin pedir explicaciones ni
motivos, solamente por cumplir sus deseos. Si una mujer así le pedía dar
muerte, Simón daría muerte. Si le pedía dar su vida, daría su vida. Sólo
quería cumplir su voluntad.

Una mujer por la que matar.

Una mujer por la que morir.

Para siempre suya. Para siempre... y nunca.

-¡Maldita sea! - dijo en voz alta.

Todo había vuelto a empezar.

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