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Simon dice [2]

jueves, 12 de febrero de 2009

Todo lo aquí narrado es fruto de los amasijos de presión de un cerebro desquiciado. Ficción de estar por casa,vamos.
DOS
Simón dice:
"Hubo una época, en mi infancia, en que creía en la familia y en lo que significaba. Para mí eran importantes, tanto los miembros de mi familia en sí como el hecho de que fuera uno de los grandes pilares de mi existencia.
Pero todo cambia, y más ahora, en estos estúpidos tiempos modernos de mierda. Pero, pensándolo bien, cuando se es más o menos infante lo familia es uno de los pocos pilares que se pueden tener, de hecho, es una de las pocas cosas que uno conoce a esa edad, al margen del colegio (incluyendo profesores y compañeros), vecinos y poco más, nada más se sabe de la vida. Así que te cimientas en lo conocido, en lo que físicamente está ahí. Y de ahí se extrae que la familia no se libra de ser uno de esos pilares de barro en los que cimientas tu ego para tirarlo abajo tarde o temprano para construir los pilares de hormigón que te interesarán mucho más y forjarán tu verdadera y adulta personalidad.
El noventa por ciento de tu madre eres tú, dice el poeta, y no es menos cierto, pensando que los años de vida que dan forma a tus pensamientos y sentimientos los pasas a su lado, yendo donde ellos vayan, no tienes ni mucho menos independencia o libre pensamiento, un esbozo de opinión quizá, pero tampoco eso.
Volviendo al asunto, que todo esto no era más que una justificación ética de porqué la familia me importó más que ahora, la cosa es que de pequeño todo era, a su vez, más pequeño de como es ahora. Vivía en mi pequeño mundo de cosas y personas conocidas y nadie podía alejarme de ello, sólo el tiempo, que a todo le puede, y sólo los miembros de ese pequeño mundo que, no nos engañemos, suelen ser en muchos casos los culpables de la pérdida de la inocencia de la infancia y hacernos madurar.
Poco a poco, tras palos que dejan feas y profundas cicatrices, fui dejando a mi familia de lado, coqueteando con las drogas, charlando con mi camello Corso (bastante mayor que yo), leyendo libros de drogadictos y viendo películas de gente aislada mentalmente de la sociedad, destruyendo todo lo que podía, emborrachándome a menudo, dejando de estudiar y de ir a clase, dormir poco y mal y cosas de este color, se fue ennegreciendo mi vida y las cosas en que creía.
Fui bautizado como Simón, repito, y odio ese nombre. Creía en Dios y también se largó. O me fui yo, no sé. La cosa es que siempre nos encontramos solos ante todo. El sistema, los demás, la Administración, el trabajo y la vida en general, es un viaje sólo de ida y sólo de una plaza.
Qué mal sienta, de veras, entrar y entrar a una casa y no sentirte en un hogar así, poco a poco, nacen los locos y los traumas. No me sentí parte de mi familia durante un periodo corto de tiempo, eso es cierto, pero ahora mi indiferencia hacia ellos les puede. Nunca supieron por qué a mí me afectaban más las discusiones familiares, los odios , las enemistades, las palabras difíciles y afiladas, pero el caso es que a mí esas cosas me hacían más daño que a ellos. Y seguí el camino del que hablé en el capítulo anterior, empecé a hablar conmigo mismo.
Y a autocompadecerme.
¿Porqué no? Los amigos de la escuela no resultaron serlo tanto tiempo después, al hacernos mayores, los amigos del bar siempre tienen algo que echarte en cara, la culpa siempre es tuya, por un bando o por otro. Así que la decisión tomada en consecuencia a esta última afirmación está clara desde el primer párrafo de lo primero que escribí. No tengo bando. Existen los aliados, más o menos temporales, más o menos importantes, y de todos sacas algo, algo aprendes y siempre importan. En la edad adulta empiezas a discernir entre los que estarán ahí un tiempo o los que durarán mucho o hasta el final. He visto caer filas y filas de soldados que me juraron amistad, esta guerra lleva demasiado tiempo abierta.
Algún amigo tengo, cierto, y algún familiar aún me importa, arrastrado como digo por esa ternura infantil que tanto influenció a las bases de mi personalidad, y ahí se va a quedar mientras no nos apulañemos entre nosotros.
Desde pequeño hasta mucho después fui al mismo colegio, por lo que se aprende a leer en los demás los cambios de uno mismo. Acabando la ESO, tenía pocas amistades y hablaba poco con más o menos todo el mundo.
¿Qué nuevo puedo contar? ¿De quién no se han reído en clase o en la calle? A todos nos ha pasado y todos lo hemos hecho.Paradojas del ser humano. Sufrir y hacer sufrir.
Y así todo empieza a no importar, la vida se me reduce a trabajar con los periódicos de mierda, ocho horas de mis vida perdidas día tras día, un día más es un día menos, o algo así tengo entendido, paso de mi familia y de sus advertencias sobre mis hábitos nada saludables de vida, de drogadicción, de alcoholismo prematuro y premeditado.
Y algún día se acabará todo y me enterrarán, y se hará la oscuridad para siempre, y lloraran muchos, como si importara en sus existencias. Para mí mucha gente de mi alrededor no me inspira demasiada importancia y, desde luego, no lloraré por su marcha llegado el día.
A cada cual sus muertos."
Y no, no tengo un buen día.

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