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Miedo y Asco en Holanda [1.1]

martes, 21 de junio de 2011

Nou hier ben ik, que dirían los holandeses. Weert, ciudad de 48405 habitantes, si fa no fa, que decimos los catalanes. Pintoresca cuanto menos, silenciosa, solitaria pasadas las 7, luminosa en esta época del año hasta pasadas las 10 de la noche, pequeñina y vistosa.
Escribo desde el hotel que nos paga la empresa, a 10 minutos del curro de aquí. No está nada mal esto, la verdad, podría acostumbrarme fácilmente. Para nada en invierno, soy lo más friolero que ha parido madre, pero si hiciera un clima un poco benévolo en ese sentido estaría bien. De todas formas, pasarse por esta zona una semana o así, haciéndose uno al horario local, paseando en bici, haciendo fotos tranquilamente, quejándose de lo flojo que está el café y escribiendo de tanto en tanto puede resultar reconfortante, a ciencia cierta.
Intentaré aprovechar el tiempo libre que tengo (después de trabajar y explorar la zona) para escribir algo y ponerme las pilas para la Antología del cursillo (detalles en próximas entradas) y para dormir lo que pueda, porque menudas camas. Madre mía las camas del hotel. Es curioso porque ayer no toqué la cama hasta que me fui a dormir, pasadas las 12, y la mejor expresión que se me ocurre para definir mi impresión fue la de hundirme en el colchón. Cual sobredosis en Trainspotting, literalmente. Además, por un capricho divino, dispongo de tres camas (escrito con letras para que no creáis que he puesto un número equivocado), Dios sabrá porqué.
Problemas y obstáculos y cosas del curro a parte, ayer visitamos el centro de Weert y esta tarde la ciudad de Roermond. No voy a engañar a nadie, a la hora que plegamos tampoco es que haya gran cosa para hacer, pero lo bueno es que aún queda bastante luz para pasear un rato o algo del estilo. Para quien pregunte, la cerveza está como en Alemania, floja por definición, a no ser que pidas alguna que ya conozcas. La comida es bastante cara, pero no está nada mal. El porqué de los precios de los restaurantes: Según nos cuentan por aquí (demos paso al enviado especial a Eindhoven) se debe a que el calvinismo tiene bastante influencia en la personalidad de la población autóctona, por lo que, hablando para el pueblo, está gente no son de gastar, al menos en lo que a comer se refiere. De ahí que salir a comer por ahí valga lo que valga. No es menos cierto que para el turista es una faena, porque pasar unos días por aquí puede llegar a salir bastante caro, pero eso depende del paladar de cada uno y de la tolerancia a la comida rápida.
Intentaré engañar al colega para bajar a Amberes, que me gustaría mucho, y a Delft. Él quiere ir a Köln, Alemania, y todo depende de las distancias, de unos 100 kilómetros para arriba.
Y... de momento nada que añadir, ya digo que llevo aquí un par de días, me quedan cuatro días por estas tierras, y mucho que ver, ya iré comentando.
Ah sí, que se me olvidaba, las mujeres no son despampanantes ni guapísimas, pero irradian sonrisas y confianza, así que compensa.

Cuídenseme.

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