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Furniture madness

martes, 7 de enero de 2014

Respuestas a comentarios:

 1.- Madre de Dios, Scott, te debo una cerveza pero YA.
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He vuelto a mover los muebles del comedor.

Ahora mi piso parece exactamente lo que es: un pasillo con puertas a un lado. Imposible recrear algo parecido a un salón en ese espacio, que tanto me recuerda a la pieza larga del tetris.

El sillón de leer, ahora sin la estantería Billy de 4x4 del Ikea detrás, antes atravesada, ahora pegada a la pared, se ve movido de un lugar o otro, sin decidirme a dejarlo en ningún sitio. 10 de los 16 cajones de la billy están vacios, o con blocs de notas por empezar. Como si fuera a escribir algo de trascendencia en ellos, en una noche de insomnio, en un arrebato de furia creativa y destructora, que se lleve por delante mi apatía y libere mis impulsos y me haga gritar en un papel.

Las botellas de alcohol, obviamente, están debajo del televisor, a modo de acceso directo, para cuando más falta me haga, esto es, viendo uno de esos grandes dramas que tanto me gustan, en los que me encanta ahogar mi existencia y trivializar mis problemas pensando que siempre podría ser peor, y asi me acontento, viajando hacia ninguna parte.

Los libros están divididos entre dos estanterías, la blanca y la negra. La blanca para los libros leídos, la negra para los pendientes. En la blanca están ordenados por tamaño, editorial, autor y orden alfabético. En la negra están ordenados de acuerdo a cuando fueron entrando por la puerta, es decir, los nuevos están por encima, y me toca rebuscar entre ellos una vez o más por semana. Tan maniático con las cosas viejas, tan dejado con las cosas nuevas.

Los diarios están en la parte de debajo de la estantería blanca, encima de los cómics, llenos todos de fantasías e hipérboles, y sobre todo, de supervillanos, de ambivalencia, de indecisión, de confusión y duda, de muchas palabras que nada dicen, que imágenes que no dicen toda la verdad.

Dos retratos de seres venerables, Bill Hicks, Charles Bukowski.

Muñecos en la balda de encima de la tele, mostrando todos mis fetiches personales, recuerdos ocasionales, paranoias varias, ideas por sintetizar, obsesiones totales y botellas de alcohol vacías, mostrando orgullosas que, cuanto más las vaciaba, más me llenaba yo la cabeza de pájaros.

Películas en DVD casi tocando el techo, encima de todo, fuera de mi alcance sin subirme a algo. Ciencia Ficción, drogas, algún western, drama por todas partes, distintos sitios donde veo partes de mi mismo.

A falta de crear mi propia obra en la que, no solo me identifique, sino que me genere una imagen potente y propia con la que explorar mis propias limitaciones y neuras, me jacto de materialzar fragmentos de mis dilemas en las situaciones que me encuentro en otras partes (sobretodo esa duda, esa locura caotica en la que se basa la vida, en la que no se puede dar nada por supuesto, puesto que todo es cambiante, y efímero y perecedero, y donde, con los eones extraños, hasta la muerte puede morir, decía el visionario), en todo lo que llena el piso, imagen y semejanza del contenido de mi cabeza.

Porque algún día llegaré, y mi obra me sobrepasará, y será eterna.

Mi rata me mira, a la izquierda del sofá, mientras intento cambiar la configuración de los muebles para darme la sensación de que todas las otras cosas están cambiando, que este es el primer paso de un nuevo camino, que me llevara a una mayor comprensión de mi mismo, a la liberación de las ideas, a una Ilustración particular, o lo que sea.

Y sé que piensa que ella es más libre en su jaula de lo que yo me creo en mi cráneo, y sé que está en lo cierto, la muy hija de puta.

PD: Mientras movía los muebles y pensaba en todo esto, miraba de tanto en tanto el móvil, desde la distancia. Una luz verde, mensaje individual, luz blanca, mensaje de grupo, luz azul, actualización de algún amigo del feis. Ejerce un misterioso y poderoso conjuro en mi, me da miedo mirarlo por lo que pueda, o no, encontrar. Pero esto es otra historia.

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