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Hijo versus Padre [2]

lunes, 22 de octubre de 2012

Pensamientos desordenados e inconclusos de cosas que recuerdo o creo recordar.

Reírnos de mi hermano cuando le describí el significado de ITV cuando él se reía de mí por no tener ni idea de coches ni poder entrar en la conversación que seguíais.

Tardes/Noches de domingo jugando con mi hermano al Sunset Raiders en las recreativas cercanas al apeadero, mientras mis padres y sus amigos intentaban pasar una velada tranquila. La misma cada domingo.

Pegar un chicle de melocotón en la pared de mi habitación. Sigue ahí hoy día.

Seguir las discusiones de mis padres mirando fijamente ese chicle, volviéndome loco de culpa por haberlo pegado, pensando que discutían por eso.

Pósters de camiones por toda la habitación.

Mi nombre escrito a pincel con pintura roja en una cartulina.

Una noche en la que me caí de la litera de arriba y me di con la espalda en la esquina de la mesita.

Un estuche de dibujo que encontré en casa de mis abuelos.

Peleas de escupitajos con mi hermano. Él no contaba con los efectos de la Gravedad.

Mi cicatriz del cuello.

Fotos tuyas, mis tíos y mi madre en el Aqüàtic Paradís de Sitges. Estuve allí pegándole tiros de mentira a desconocidos en una partida de Airsoft tres semanas antes de tu muerte.

La vez que nos confudieron pensando que éramos hermanos.

Las barcas que había escoradas en la arena, al lado de los columpios de debajo de uno de los puentes que llevan a la playa de Castelldefels.

Peleas contra ti en la alfombra del comedor. Cuando te daba muy fuerte te mosqueabas y dejábamos de jugar.

Que me llamaras campeón cuando me llevabas a la cama en brazos.

Volver de casa de mis abuelos nosotros dos, el mismo día que vi cómo un tren atropellaba al perro de mis abuelos.

Los dos euros que nos daba la iaia cada vez que nos íbamos.

Horas, y horas, y HORAS de ver la tele aburrido en casa de los abuelos.

Apolo, el perro de mi tía abuela.

Domingos noche, ya más mayores, en el New Park del Barnasud, la sala de recreativas. Mi hermano y yo gastábamos euro tras euro mientras te quedabas en el bar de enfrente. Siempre.

A punto de acabar nuestro fin de semana, aparcados debajo de casa, charlamos sobre todo, te pongo la mano en el hombro, me convierto yo en padre y tú en niño malcriado.

La noche que dormí en tu apartamento con un gorro puesto, porque tenía frío.

La cajita que dejaste en mi mesita de noche, que no era para mí y que no debía ver.

Discusión.

El día que me llamaste para decirme que tengo dos hermanastras.

El día que nos llamaron para decirnos que estabas en el hospital.

El día que nos llamaron para decirnos que habías muerto.

Fin.

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