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Basura mental [3]

martes, 24 de julio de 2012

Sin previo aviso, vida contemplativa.

Y observando niños jugando a la pelota mientras me tomo un café con hielo charlando con Sandra, relaciono unas cosas y otras.

Divago mientras mantengo una conversación. La charla trata de cómo uno debe ceder ante los demás, a veces. De que todos queremos sentirnos especiales, si no serlo. De cuánto de nosotros mismos tenemos que perder para hacer feliz a alguien, de cuánto han de perder los otros para llenarnos, y de qué sirve eso luego si no hay más que el presente, en todo momento. Hablamos de un método para identificar un problema psicológico concreto y darle tratamiento. Que no terapia. Esto son más bien unas jornadas intensivas de cuidados mentales. Vacaciones.

El objetivo de tal actividad es solventar un problema en concreto centrándose en la raíz. Pero ya lo dije ayer en otro post, replico, que en situaciones bajo control la vida es como un teatro, una representación inconsciente de nuestro consciente, y que sólo cuando dejamos de representar nuestro papel aparece nuestro yo verdadero, nuestra realidad y circunstancia, nuestros titubeos y miedos. Al improvisar sobre la marcha se producen los deslices y estos conllevan a los deslizamientos de tierras a gran escala, son la fuerza del motor que nos mueve hacia lugares a los que no queremos ir.

Al centrarse en las causas de los problemas, se resuelven los conflictos internos y a la larga se corrigen, dice la teoría.

Y así las cosas, divago decía pensando en mis carencias y en las actitudes que me son incómodas o que me gustaría cambiar, y pienso en la manera que tengo que dar la patada, como digo yo, tajantemente a las personas que me fallan, o con las que se crea un conflicto grave. Me planteo la causa de eso, y puede que acción y reacción sean la misma cosa a su vez, y que rechace por tener miedo a ser rechazado, que pegue la patada con tanta fuerza para convencerme de que puedo salir airoso de esa, por mis propios medios, como creo hacer siempre. Esto no tiene porqué ser cierto ya que, a fin de cuentas, me conozco más a mí mismo por mí mismo que por los demás, y mi propia percepción podría fallarme, y ser tan diferente mi realidad y la realidad como la imagen y el reflejo de un espejo.

Muchas cosas se dan la mano en esta reflexión, como mi guadaña verbal, mi letra puntiaguda y angulosa, mi mundo mental (mi nudo mental, también), el blog, los libros, mi arrogancia y mi soberbia, mi autosuficiencia y mi autodoctrina.

Eso último no se lo digo, pero lo escribo. No quería interrumpir la charla y de todas maneras, no sé hasta qué punto nada de lo anterior tiene algún sentido fuera de mi cabeza. También le he dicho que los pensamientos, al volverse palabras, adquieren un peso, se vuelven tangibles, reales, vivos, y que estamos tan acostumbrados a dar rienda suelta a nuestra mente que a veces al usar algunas de esas ideas en el mundo de fuera, esas ideas tienen una forma y un significado totalmente diferente. Es curioso ver cómo una misma cosa es a la vez tan parecida y tan diferente a sí misma. Esquizofrenia verbal.

Dice Sandra que escriba un libro o que empiece a llevarme una grabadora cuando salgamos a tomar un café. ¿Qué libro puedo escribir yo si cada vez que me siento aquí me dedico a desgranarme y diseccionarme cual autopsia en vida? ¿Grabadoras? ¿Es que nadie se da cuenta de las cosas que digo a veces?



Basura mental, vol. 3.

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